Publicado en Mundo Vino

Rumanía, tierra de castillos y vinos


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La verdad no elegí viajar a Rumanía por haber hecho una investigación de qué país visitar por sus bellezas paisajísticas, arquitectónicas o por sus vinos. Lo hice porque, desesperado por salir del ambiente tóxico de la política peruana y los 18 meses de confinamiento por Covid19, busqué un país sin mayores restricciones. Encontré un mapa global interactivo, que mostraba los países con restricciones parciales (marcados en amarillo), los que no permitían visitas (rojo) y los que no tenían restricciones al momento en que compré mi boleto de avión, en verde. Y resulta que el único era Rumanía.

Ya había visitado países balcánicos varias veces por lo que pensé, por qué no? y me contacté con la embajada, para tener mejor idea de sitios turísticos que visitar y principalmente información sobre bodegas. En menos de una semana de mi alocada decisión estaba ya en un avión con parada en Charles de Gaulle y luego de unas horas de aburrimiento y caros snacks, aterrizaba en Bucuresti, la «París del Este» como solían llamarla y vaya que hace honor a su apelativo.

Estuve solo 10 días en Rumanía. Qué les puedo decir? Primero, que es un país tan diverso -y casi del mismo tamaño que Italia- que se necesita mucho más de un mes para llevarse una buena impresión. Y es que cada región es tan distinta de las otras que hay sorpresas a medida que uno viaja. La mayor parte de mi visita la dediqué a Transilvania o «tierra entre árboles» que como dice su nombre, está llena de bosques. Y de castillos, como el de Bran, que dió lugar a la imaginación de Bram Stoker para convertir al rey Vlad Tepes en Drácula, el chupasangre de tantas películas series y secuelas.

Castillos y ciudades amuralladas con restos medievales hay muchas y cada una más bella que la siguiente. Pero Rumanía es más que arquitectura y leyendas, tiene una tremenda riqueza cultural expresada en sus innumerables bailes folklóricos, sus comidas y sus vinos. De ellos tendré que hacer una nota aparte. Tiene 9 regiones productoras de vinos entre las que destaca Dealu Mare, vecina al Mar Negro. Pero Transilvania y las otras también tienen lo suyo. Lo más destacable es el relieve que están dando a sus cepas indígenas, que solas o en blends con cepas internacionales dan vinos realmente notables. Allí están entre las tintas la Feteasca Neagra y la Negru de Dragasani y entre las blancas la Feteasca Regala, Fetesca Alba y la Cramposie. Todo un universo para degustar y amar.

Hay que visitar Rumanía. Por sus ciudades, sus castillos, su gente y su comida. Y por sus ricos vinos.