Publicado en libros, Vino 101, WINE WRITING

Un Hedonista en la Cava. Aventuras en el Mundo del Vino. Book Review


hedonist in the cellar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un Hedonista en la Cava

January 14, 2010

A Hedonist in the Cellar. Adventures in Wine

Autor: Jay McInerney

Borzoi Books Alfred Knopf

New York 2006 243 p.

Se dice que mientras los libros sobre cocina abundan, los libros sobre vino son mas bien escasos. Quien quiera que dijo eso dijo también que los buenos libros de vino son mas escasos aun.  Tengo que admitir, con pena, que estoy en pleno acuerdo con esta afirmación. Y es que mucha gente sabe mucho sobre vino pero no mucha gente que sabe sobre vino sabe escribir bien. Para nuestra fortuna Ian McInerney es uno de ellos y su “A Hedonist in the Cellar” es una delicia.

Como solo los buenos saben hacerlo, McInerney renuncia a cualquier pretensión de snobismo sabelotodo, mal que aflige a tantas “estrellas” del mundo del vino. Su estilo es ligero y de sabor intenso, como un Pinot Noir. Su conocimiento del mundo del vino es concentrado y oscuro, como un Amarone. O quizás como un  Sagrantino, un vino poco conocido sobre el cual nos ilstra en su vívido capítulo  “La Belleza Misteriosa del Sagrantino di Montefalco.”

La narrative de McInerney es divertida e interesante, y ha tenido el tino de escribir piezas cortas para cada uno de los temas que cubre en su libro. Los capítulos tienen títulos que provocan iniciar la lectura inmediata. Entrelazadas en la narrativa hay referencias históricas y culturales propias del erudito, dando a conocer un escritor que ha leído y viajado deep and wide. McInerney tiene tambien una maña para capturar personalidades y fisonomias, que hace que sus personajes parecieran salir del papel y tomar vida propia. Luego de leer este libro difícilmente uno pensara lo mismo de las personalidades del vino entrevistadas en este raccount. Michel Chapoutier, for example, uno de los mas exitosos winemakers del Rhone, muestra su intense sentido del humor, lindando con la groseria pero deteniendose justo antes de cruzar la linea. “El cerebro es un asesino del placer” nos dice, en la introduccion del libro. Mas adelante se le cita diciendo “Beber vino filtrado es como realizer el coito con un condón puesto”  y agrega luego “No necesitas ser un ginecologo para hacer el amor” en referencia a la invasive tendencia de analizar obsesivamente el vino para encontrar toda clase de aromas y sabores, en lugar del franco, simple,  disfrute sin obstáculos.

Como en el caso de Msr. Chapoutiere, McInerney tiene la habilidad de traer a la marquesina la faceta humorística, irreverente, de los winemakers, de los negociants, de los wine writers y criticos de vino, quienes revelan facetas que uno no podría imaginar. Son personas, al fin y al cabo, pero la exposición mediatica y la fama hacen que uno pierda esa perspectiva y los crea inmunes a las falencias y vulgaridades de cualquier mortal. McInerney nos devuelve ese angulo y lo hace con frescura y humor. Otro rasgo notable en el trabajo de McInerney es que tiene poca paciencia para el criticismo en blanco y negro, algo que es esencial para cualquier escritor, especialmente para uno cuyo foco de atencion es algo tan subjetivo como la calidad del vino.

El capítulo que abre el libro de manera conveniente se titula  “Foreplay”, una metáfora  que vincula el vino de bienvenida –ligero, lúdico, por qué no, espumoso, blanco- con las caricias previas al full on acto sexual. Prosigue una colección de ocho piezas que nos lleva de las laderas soleadas de la diminitua apellation Condrieu (vinos que confiesa McInerney’s, son sus favoritos) a la intrincada jeroglífica enológica alemana, lease etiquetas. El primer conjunto de piezas, dedicadas a los vinos blancos, entregan un estilo narrativo que es como esos caldos: fresco, brillante, allegro. Proyecta luces en algunos vinos que merecen más atencion que la que reciben: los blancos de Bordeaux, el Soave de uva Garganella, el Tocai Friulano.

El Segundo grupo de piezas se titular  “All Wine Wishes It Could Be Red” está cargado de erudición enológica sin perder la calidad fun de esta narrativa. Disfruté mucho con “The Roasted Slope of the Rhone” (las laderas rostizadas del Rhone) en la cual nos brinda un retrato lleno de color del gran  Marcel Guigal. Otro capitulo que disfruté de manera particular fue “An Extreme, Emotional Wine: Amarone”. Sus artículos en esta seccion ilustran vinos del mundo en general: el  argentine Malbec, los tintos Chilenos, los Cot de Cahors pasando por los Cult Cabs de Santa Barbara, entre otros.

Es muy tentador ir a los detalles de cada seccion pero ademas del tiempo que tomaria la profundidad y rango de cada pieza es de tal riqueza que es major dejar al lector saboreando anécdotas de personajes como el excentrico winemaker de Rioja, Remírez de Ganuza o como “El Cientifico Loco de Jador”  Jacques Lardiere, o personajes más conocidos, como Jancis Robinson, entre muchos otros. La seccion “How to Impress your Sommelier” es delectable, llena de insight, abriendonos a un mundo de bien guardados secretos de vinos poco visitados por el vulgo vinero, como los Riesling austriacos y el  Sagrantino di Montefalco.

Para un amante de los mariscos, como yo, fue un gran regalo el capitulo  “Fish Stories from Le Bernardin” así como la nota “Provencal Pink”. Estas dos y otras de esta seccion forman parte del capitulo VI, “Matches Made in Heaven”. El capitulo VIII “Bin Ends”, aborda el uber interesante mundo de la religion y el vino “Strictly Kosher” (me hizo reir varias veces tambien). Las notas reunidas bajo “Baby Jesus in Velvet Pants” tocó una nota personal, ya que hace unos años tuve la suerte de pasar una hora conversando con el winemaker Luc Bouchard, de la famosa casa de  Bourgogne Bouchard Pere et Fils, quien ofrecio una cata de sus vinos en un restaurante de downtown Vancouver una lluviosa tarde de noviembre.

El ultimo capitulo,  “Bubbles and Spirits” es igualmente enriquecedor, inspirador, de alguna manera transfiriendo a la lectura el ánimo jovial que se logra luego de unos cuantos sips de un buen espumante. Las piezas sobre ArmagnacChampagne, Chartreuse y Absinthe (“The Wild Green Fairy”) señalan el tono para su epílogo (“What I Drank on my Forty-Eighth Birthday”), un recuento bastante franco que me hizo sentir un poco celoso. Quién, después de todo, tiene la oportunidad de escribir una carta a Jancis Robinson contándole de su cumpleaños y sabiendo que ella la leerá?  Y quién abre una Magnum 1990 de Dom Perignon para la ocasión? No muchos. Para no mencionara que descorchó también un Zind-Humbrecht Clos Hauserer Riesling del 99 y un monstruo de Zinfandel, un Martinelli Jackass Hill ’96. Las líneas de cierre me recordaron que yo debería empezar a planear mi cumpleaños número 53 con los mejores vinos que pueda. One can only dream…

Desde un punto de vista editorial, el libro tambien tiene alto puntaje. La cubierta es de perfil bajo sin llegar al minimalismo, los colores y formas reminiscentes del mundo del vino. Yo le hubiera quitado el innecesario comentario de 3 líneas de Robert Parker. La tabla de contenidos es simple, y al punto. Me encantó la elección del tipo de papel, tanto en apariencia como en textura. La sensación táctil muy sensual pero al tiempo se nota fuerte, resistente. La fuente muy agradable a la vista y todo un detalle la nota al respecto en la última página. La lista de bibliografía visitada también muy conveniente.

No hay muchas cosas que uno pudiera encontrar que faltan en esta lectura. Una de ellas sería un índex. La información es copiosa y cargada de nombres de apelaciones, de personajes, de fechas, estilos y demás. Un índex ayudaría mucho para usar este libro como material de referencia, como estoy seguro muchos lo harán. En suma, puedo ver el “Hedonist” de McInerney’s convertido en un clasico de la narrative de vinos. Lo recomiendo totalmente a aquellos que aman todo lo relacionado al mundo del vino.

Publicado en Cepas, Vinos de Sudáfrica

Syrah brilla en Sudáfrica


vineyardsCuando uno dice Syrah piensa inmediatamente en los maravillosos caldos del Rhone, en Francia. En el extremo norte de este cálido valle, Syrah se hace vibrante con una adición de hasta 20% Viognier, (una cepa blanca) logrando los exquisitos vinos de Cote-Rotie. Más al sur se encuentran otras denominaciones clásicas basados en la cepa emblemática del Rhone, a saber, Saint-Joseph, Hermitage y Cornas, donde el vino es 100% Syrah. Habiendo dicho esto, la mayoría de bebedores de nuestra parte del mundo estén tal vez más familiarizados con la asociación Australia – Shiraz, el nombre que la cepa recibe en el país Down Under y que se ha convertido en su cepa bandera. No llegan muchos vinos de calidad del Rhone por Perú y por otros lados de Sudamérica. What a shame!

Y es aún menos conocido que la cepa viene imponiéndose en Sudáfrica, produciendo vinos de calidad, tipicidad y con una armoniosa combinación entre la tradición europea de vinificación* con las reminiscencias intensas de los terroirs del país de los Guerreros Zulu, Winnie-Madikazela Mandela y de mundial más pobre desde el punto futbolístico de que se tenga memoria. Que me disculpe el campeón, España, pero qué desastre de campeonato.

En fin, volvamos al tema, y Syrah se da muy bien en South Africa, desplazando de manera continua a las cepas de Bordeaux. El clima cálido del Cabo se adecua a la cepas del Rhone, y con mejoras en la viticultura el ambiente soleado y largos veranos optimizan la maduracion fenólica a la cosecha, con más contenido alcohólico.   A continuación repaso tres Syrah que disfruté mucho, aunque lamentablemente no se encuentran todavía en nuestro medio.  595280_web

El Porcupine Ridge, por la bodega Boekenhoutskloof (qué nombrecito) es un entry level Syrah que ha levantado olas por su relación calidad precio. Especiado, ahumado y con toques de chocolate y cuero es rico y voluminoso, con taninos afelpados y cierra con tonos animales y florales. Un buen Syrah por uno 13 dólares.

El impresionante The Mentors Canvas 2008 por la bodegacanvas KWV tiene una concentraciòn intensa que envuelve las capas de fruta y especia. Este vino es como dice su nombre, un lienzo (Canvas) donde el winemaker ha logrado una obra maestra por unos 30 dólares.

boekenhoutskloofEl que me hizo voltear la cabeza y volver por otra muestra de cata fue el Boekenhoutskloof Syrah 2008, que no viene con una etiqueta chica (55 dólares) pero justifica cada centavo con un caldo vibrante de impresionantes aromas de especia, blackcurrant y notas florales. El roble muy bien integrado y con un final largo y sabroso. Este caldo tiene 71% Syrah y además incluye  Grenache, Carignan, Mouvedre, Cinsaut y Viognier, un poco al estilo de los grandes vinos del sur del Rhone, los afamados Chateauneuf-du-Pape. Una joya.

*En alguna nota el conocido periodista peruano César Hildebrandt afirma que los vinos sudafricanos son «nuevos», pero la verdad es que la tradicion vinícola en ese país empieza en 1659 con la vinificaciòn que hizo el cirujano Jan Van Riebeeck, quien tenía la misión de producir vino para combatir el escorbuto. Como referencia, los primeros viñedos bien establecidos en Argentina datan de 1610-20.

Publicado en A la parrilla

Maridaje: Pollo a la Brasa


Dentro de la cocina peruana, el pollo a la brasa es el plato mas pedido por los comensales peruanos cuando salen a comer, con el chifa en segundo lugar, seguido por el ceviche.  Debido a esta demanda enorme se puede encontrar pollerías en todo el país, respondiendo la sazón del plato a los sabores e ingredientes regionales. Sin embargo, todas las versiones tienen en comun la cocción sobre carbones encendidos y la marinada que tiene condimentación de media a alta; se puede decir que no existen pollos a la brasa light. Entre las especias mas usadas para sazonar este plato se encuentran comino, pimienta negra, romero, ajo, cerveza negra, vinagre o jugo de limón y obviamente sal. Pero tambien hay versiones orientales, con sillau e incluso jugo de kión (gengibre) fresco. La combinacion final de todos estos ingredientes con el ahumado y la lenta coccion sobre brasas resulta en sabores de  asombrosa complejidad y por qué no decirlo, deliciosos.

Tratándose de carne de pollo podriamos pensar inmediatamente en vinos blancos, ya que la guarnicion tipica es una porcion de papas fritas, aunque en las pollerías de la selva se acompaña con plátanos maduros fritos y hay que reconocer que es tan bueno o mejor que con papas. Pero ese no es el tema, sino que vino podria darle un marco de lujo a esta especialidad.

En el caso de vino blanco, de preferencia será uno con mucho cuerpo y mucho sabor; Chardonnay estilo californiano, con pasaje por roble encabeza el listado, seguido por otros pulposos como Pinot Gris, cortes blancos de Alsacia y robustos caldos del sur del Rhone, en este caso puede ser cualquier buen blend Marsanne-Rousanne pero si hay bolsillo profundo por qué no, un Chateauneuf du Pape blanco, que en Lima he visto uno o dos.

Para quienes no disfrutan blancos de mucho cuerpo es posible pensar en un vino mas ligero pero siempre de preferencia con paso por madera.  No hay que olvidar que el pollo a la brasa usualmente va con generosas porciones  de ensalada de lechuga y verduras.  Además de estos pincelazos vegetales uno de los sabores característicos es el ají poco picante pero de carácter muy herbáceo que es el de la salsa huacatay que es infaltable en toda polleria que se precie. La acidez pronunciada de un Sauvignon Blanc refresca el paladar del peso graso y sápido del pollo condimentado, mientras su panoplia de aromas y sabores de hierbas y cítricos armoniza con los de el plato. El Sauvignon Blanc enriquecido por roble es típico de California, conocido como Fumé Blanc, aunque algunas versiones de este estilo se pueden encontrar en Argentina y Chile. Volviendo a Francia, el Pouilly Fumé es un Sauvignon Blanc al que su terroir le imparte un carácter marcado de humo  y roca chamuscada, amén de un paladar expansivo y rico. Las uvas de esa apelación en madurez toman un tono grisáceo, de donde viene su apelativo fumé, ahumado.

Entre los tintos mi preferido para el pollo a la brasa es el Marselán, variedad que resulta del cruce de Grenache y Cabernet Sauvignon. Típica del sur de Francia tiene los sabores de fruta cálida de la primera y la firmeza de sabor y un poco de la carga tánica del segundo pero con un cuerpo medio. El maridaje es muy bueno con este vino que poco a poco reclama mas áreas de cultivo en el Languedoc y ojalá pronto veamos versiones de esta uva por estos lares sudamericanos.  Siguiendo con tintos de cuerpo ligero a medio el Pinot Noir es una buena elección con su fruta roja en nariz y boca, su complejidad y buena acidez, ademas de tonos tostados  y achocolatados que pueda dar la madera. Los Pinot Noir ligeros y de fruta y acidez juguetona como los de Marlborough (Nueva Zelanda) y San Antonio o Limarí (Chile) complementan bien la carga de condimentos del pollo a la brasa. Vinos no muy viejos de Cotes du Rhone -de estos hay varios disponibles en Lima- son también recomendables. Igualmente son aquellos de apelaciones como Minervois y St. Chinian en Languedoc, con su cuerpo medio pero sabor intenso de garrigue, ese paisaje tan francés de rodales silvestres de orégano, timo, romero,  lavanda y brisa marina, aromas que son retenidos por los vinos. Sumando a sus taninos un tanto angulares estos caldos del Languedoc amarían compartir la mesa con un pollo a la brasa. Un Petite Syrah de California o Chile completan la lista que, obviamente no es mas que la punta del iceberg.

Foto: CHIMI FOTOS