Publicado en VIAJES, Vinos de Rumanía

RUMANIA, UN AÑO DESPUES


Dicen que el tiempo vuela, y tal parece, es así. No diré que parece que fue ayer, como dicen todos, pero sí diré que parece al menos, anteayer. En cualquier caso, a esta altura de Octubre, el 2021 ya tenía una semana y media desde mi retorno de Rumanía, a donde fui para pasar mis 60 añujes, un poco porque cuando cumplí 50 no hice nada especial y sentía que me debía algo, porque para que uno estudia, lee y trabaja tanto, si no es para darse algun gustavo. El tema es que decidí mi salida casi sin antelación pues cuando dije me regalo un viaje, la mayoría de países estaban en rojo o ámbar para el Coronavirus, y cuando mi plan original, que era ir a Grecia, se cayó por ese motivo, solo quedaban Rumanía y Kuala Lumpur y a esta útima no me arrimaba. Después de todo ya tenía bastante experiencia viajando a Europa Oriental, específicamente a los Balkanes, región que siempre me ha llamado la atención por lo enmarañado de su historia.

No sabía realmente que iba a encontrar en el país de Drácula y Ceaucescu, cuando me di cuenta que ya tenía comprado el boleto de avión y no había marcha atrás y me puse a investigar en la net de qué se trataba el país y encontré que tenía mucho vino, con casi 200mil hectáreas cultivadas y muchas cepas indígenas y me dije, bueno, al menos algo tengo que me puede interesar, por lo que me acerqué a la embajada en Lima y la embajadora muy amable me recibió y me dio mucha info sobre el país, que tenía mucho más que ofrecer que los vinos, aunque quede claro que los vinos son estupendos y probé muchos en esos 12 días que me tocó pasar en ese maravilloso país. Qué podría aumentar ahora de lo que ya he contado en otros posts, tal vez mucho porque como mal escritor, no me puse a cronicar todo lo que vi y sentí en esos días de Octubre pandémico, de mi maravillosa habitación de 5to piso del hotel Rembrandt en la calle Smardan, ni de lo impresionante del Palatul Populurui, la babilónica edificación que Ceaucescu hizo construir y nunca llegó a disfrutar, ni de las calles arboladas de Bucharest, del encanto germano medieval de Brasov, pueblo en Transilvania donde me convertí oficialmente en adulto mayor, ni en la maravillosa ciudadela medieval de Sighisoara, que figuró en uno de mis primeros cuentos sin haberla yo conocido, ni en la hermosa Targu Mures, donde una encantadora sommelier me llevó a visitar bodegas y me dio una soiree catando numerosos vinos rumanos.

Tal vez deba más adelante esforzar la memoria y empezar a escribir algunos posts basándome en los recuerdos que las imágenes que recogí susciten. Mientras tanto los dejo con algunas vistas de ese extraordinario país, que recomiendo visiten.